La muestra del artista Roberto Chartam en el Espacio de Arte Experimental de Fonseca es algo más que una exposición al uso. En ella nos invita a sumergirnos en una experiencia estética singular mediante su intervención en la propia sala de exposiciones. Ésta ha sido atravesada por un fascinante conjunto de recorridos visuales y de trayectorias de dirección. Al introducirnos en ese espacio, no es sólo la mirada la que se ve impelida a realizar el recorrido propuesto por el artista, sino nuestro cuerpo al completo, implicando activamente para ello al resto de nuestros sentidos. Tanto las formas expuestas, precisas y rectilíneas, como los recorridos invisibles y los espacios vacíos que se encuentran entre las mismas, constituyen un conjunto activo que nos invita a transitar por el espacio expositivo.

Al utilizar de forma sintética varias líneas de tensión en color rojo surcando el vacío, el artista invoca insistentemente vivencias que todos hemos experimentado en mayor o menor medida. Y esa invocación es capaz de activar recuerdos y sensaciones relacionadas con la tensión y el equilibrio inestable entre fuerzas que a menudo se contraponen, ya se trate de fenómenos naturales (como la gravedad o el magnetismo), ya de acciones que nosotros mismos desencadenamos, como la tensión que ejercemos sobre nuestro cuerpo o la que proyectamos sobre las cosas.

Para provocar ese universo de sensaciones, el autor se sirve de un elemento plástico tan sencillo y básico, pero al tiempo tan eficaz, como la línea recta. La perfección geométrica y la pulcritud de las piezas expuestas produce una suerte de “minimalismo visual” que nos seduce al primer golpe de vista. De este modo, la simplicidad y la pureza de las formas que ocupan el espacio concentran el protagonismo sobre esas líneas de fuerza, como si éstas hubiesen sido dibujadas realmente en el vacío.

Mediante los trazados suspendidos en el aire, Roberto Chartam consigue comunicar y relacionar entre sí las dos salas que quedan conectadas como si fuesen una sola. De igual modo, la parquedad cromática y expresiva de esos trazados permite que el protagonismo del blanco inmaculado de las piezas, el rojo intenso de la cuerda (con la que dibuja esa idea de tensión direccional en el vacío) y el juego de sombras que se proyecta sobre la pared, generen todo tipo de sinergias entre sí. Fruto de esta simbiosis surge el juego visual que atrapa nuestra mirada gracias a la magia de las trayectorias que consiguen equilibrarse entre sí sin anular su rotundidad expresiva.

Tanto las obras expuestas sobre peanas transparentes como la intervención “aérea” sobre la propia sala, nos invitan a adoptar distintos puntos de vista desde los que observar la muestra a medida que la vamos transitando. Las piezas que surcan linealmente ambas salas, siguiendo armónicamente ese otro itinerario visual de líneas rojas ejecutado desde el aire (por encima de la cabeza del espectador), así como los vacíos que encierran esos volúmenes, nos permiten adoptar enfoques inéditos, aunque todos ellos igualmente válidos, para contemplar esas obras, bien de forma conjunta o bien como piezas individuales, según la perspectiva que adoptemos en cada momento.



José Gómez Isla

Profesor de la Facultad de Bellas Artes

Universidad de Salamanca


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